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He recibido correos y comentarios
de padres de familia que en un tono bastante desolado y desesperanzador, me
dicen que quisieran mucho que sus hijos fueses mejores lectores. Son padres, en
algunos casos que se han esforzado por esa meta, que han intentado algunas
cosas inverosímiles y a veces impuestas, pero que en muchos casos se han
chocado de frente con la fría imperturbabilidad de los jóvenes de hoy. Pensé
que así como podemos hacer muchas acciones para que nuestros hijos, nietos,
sobrinos, amiguitos, se interesen por la lectura, a partir de cosas sencillas
en la cotidianidad, muchas de nuestras acciones, a veces sin pensarlo, también
puede alejarlos para siempre de esta práctica. Evitemos a toda costa, estas
tres formas de alejarlos para siempre de la lectura:
1. No incluyas nunca la lectura en tu vida ni
en la de tus hijos. Si bien generar un ambiente alrededor de la lectura no garantiza
en todos los casos que surjan en las familias buenos lectores, no incluir el
libro o la lectura y sus formas definitivamente lo alejará más. Si existe una
posibilidad para hacer que los menores lleguen a la lectura de manera autónoma,
ese camino debe estar minado de opciones y experiencias con la lectura. A veces
pensamos que no es importante leer, que no debe hacer parte de nuestras vidas y
creemos además que sí estuvo bien así para nosotros, para nuestros hijos
también y es un error garrafal. Si a ti no te gusta leer, si debes pensar en
que la lectura, y más en momentos como los actuales, debe ser una prioridad en
nuestros jóvenes y niños tan presos de las modas y la superficialidad. Querer hijos
diferentes, que tengan algo que decir, que no sean tan fácilmente influenciables
o que al menos cuestionen lo que consumen en medios de comunicación, tiene en
la lectura una gran posibilidad de desarrollo, si no les acercamos los libros y
la lectura será más sencillo caer en las trampas de la liviandad.
2. Hazle perder de vista la lectura. Alrededor
del tercer año de primaria, incluso antes, los niños y niñas que ya están
desarrollando más plenamente sus capacidades de lecto-escritura, comienzan a
vivir la división entre la lectura formal, la académica, la que se mira como un
deber y que es absolutamente necesaria, y por otro lado aquella lectura por
gusto que ha disfrutado, generalmente en el hogar, en la biblioteca, en la voz
de los abuelos o por simple curiosidad. Esta
disyuntiva casi siempre logra que aquella lectura por placer se pierda de
vista. Si bien ha logrado sentir el poder de las palabras en las historias que
ha leído y vivir también a los personajes que ha encontrado entre cuentos y
fábulas, el formalismo y el párrafo recto descriptivo, analítico, que busca
desesperadamente ser diseccionado en sílabas, tonos, acentos, conjugaciones y
adjetivos, generara una ganancia sobre la fantasía, será pesado, tan pesado que
arrastrará el interés hasta lo más hondo del pozo. Es normal además, es
necesario también, es una forma de lectura, le entregará unas habilidades
importantes en su vida, pero si no estás pendiente como padre de ayudarle a
reconectarse se alejará sin más remedio que la buena o mala nota al analizar
una frase. Es importante que se entiendan ambas disyuntivas, que se le entregue
al niño la claridad de esos objetivos y que no pierda jamás las otras bondades
que la lectura entrega lejos de la escolaridad y más cercanas al corazón y al
alma de sus primeros lectores y de su propia vida como lector.
3. Oblígalo a que lea. Una cosa es
prohibirle que lea, casi que funciona como un botón de encendido: irán
corriendo a oprimirlo. Una cosa totalmente diferente es que lo obligues a
hacerlo, como la mayoría de las situaciones que repiten ese patrón, la
respuesta será negativa. Ya son muchos años de estar mandando castigados a los
muchachos a leer como si esto fuese un objeto de reprensión, un látigo; ya ha
sido suficiente de estar enviándolos a la biblioteca como castigo, son miles
las generaciones que lo padecen aun hoy. Obligar a leer es como golpear su intelecto,
su autoestima, es permitir que se alejen para siempre y si tenían alguna
conexión con su lector interior éste sea aniquilado por la presión. Es increíble
que ésta aún sea una práctica educativa y familiar.
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