miércoles, 10 de enero de 2018

EN DEFENSA DE LOS PLANES LECTORES

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Por: Isaias Romero P.
@Lectopaternidad
www.lectopaternidad.org

Yo sé que la situación está apretada, sé que los libros son bastante costosos y se además que muchas veces como padres de familia nos indigna que un profesor en menos de una semana despache un libro que nos costó más de 25 mil pesos o en el peor de los casos, ni lo lean. También sé que los colegios a veces abusan, que incluyen junto a los cuadernos, utensilios que no van a aportar nada para la educación de los hijos y es más, hay artículos de esos que son para lo que llaman un negociado, lo sé. En temporadas como estas salir a defender una lista escolar es complicado, por lo mencionado y por lo vívida que se encuentra la resaca de diciembre. La situación amerita que ahorremos hasta el último peso para que nos rinda la lista escolar, pero los libros son los que más llevan del bulto siempre.



Invertir en la educación de los hijos no debería doler tanto, es decir, creo que no hacerlo es peor. No podemos ni equiparar siquiera cómo otros gastos, a veces suntuosos e innecesarios, en todos los estratos por igual tienen mayor prioridad que la educación. Que existan instituciones que abusan es absolutamente cierto, pero también hay mecanismos para ejercer control y exigir calidad; recuerden padres que tanto en un colegio público como privado, la educación es un derecho y no por ser costosa o barata debe dejar de exigirse calidad. No confundir calidad con capricho, eso sí.

Por otro lado, si hay algo que devela que tenemos un hijo lector o que la lectura está haciendo algo con la vida de nuestros hijos es la tenencia de libros. Bajo cualquier circunstancia ver un muchacho leyendo es algo satisfactorio. Muchos de nosotros, incluso aquellos que han tenido que leer por obligación, reconocen que a veces esos libros impuestos ayudaron, fueron bellos, o nos inspiraron. No todas las veces debe ser así, debemos llegar libremente a la lectura, pero ¿cómo leer o amarla si no compramos libros? Alguno dirá que hoy en día es más fácil y barato leer en otros formatos y eso es absolutamente cierto, pero también es ingenuo, no todos tienen el acceso y a veces el desconocimiento es peor. La compra de un libro hace parte de la experiencia necesaria para que el lector construya su camino. Hay que tener la libertad de leer lo que nos gusta y lo que no también. En una clase de plan lector ideal, debería valorarse cualitativa y equitativamente cuando el estudiante sustente por qué no le gustó el libro y por qué no lo recomendaría.

Hay lectores que nunca compran libros: los roban, los prestan, los piden en la biblioteca, pero siempre coincidirán todos ellos en querer tenerlos, así sea por un rato. Es esta una de las formas como se generan experiencias de lectura, necesarias para perdurar en el tiempo y que alimentadas por esa relación que establece el libro y el autor con su lector serán duraderas. Hay necesariamente que facilitar todos los mecanismos para que el lector tenga acceso al libro, en el formato que desee y comprarlo es uno entre los más prácticos. Hay que incluir entre la lista de las cosas que hacemos en familia, visitar una librería, incluso la de textos usados, todas valen. Lo de los precios es otro tema. Ideal sería que el lector, el estudiante, comprara lo que quisiera; es más, lo ideal es que todos leyeran lo que quisieran en el colegio y el plan lector se construyera de esa manera, sería lo correcto, sin embargo aún nos falta un poco para que eso se dé, mientras tanto el plan lector ayuda.

He visto de todo en ese proceso: padres que fotocopian los libros, vergüenzas ajenas cuando el escritor invitado al colegio debe firmar un libro pirata, compra de libros usados entre padres, de todo, con tal de cumplir con los dichosos planes de lectura. Lo que más bien he visto poco, es ese mismo entusiasmo de ahorro cuando se trata de maletines o colores que están también dentro de la lista de útiles escolares, pero digamos a favor de los libros que incluso usados podemos disfrutarlos. Cuando se habla de un concurso entre estudiantes, de unas olimpiada matemáticas, de una experiencia significativa, el entusiasmo también decrece y si hay que pagar peor.


Hay que tener en cuenta, asimismo, que en algunas instituciones educativas las editoriales, a cambio de medallas y trofeos para las interclases con tal de que les compren los libros, botan el catalogo del plan lector para que elijan de allí lo que les parezca bueno a partir de una reseña de tres renglones o de una imagen. Desconocen el valioso material que tienen en sus manos, tanto promotores y colegios, a veces ni siquiera pueden identificar a un autor relevante y en muchos casos los profesores, afanados también por cumplir con otras obligaciones, ni siquiera leen los libros que piden, atienden las sugerencias que les llegan, desperdician la oportunidad de construir con sus estudiantes un buen proceso o en peor de los casos tampoco saben de qué trata el material o temáticas que aborda. Hay otras instituciones, en cambio, que se preocupan más, que han leído y erigido a pulso un plan lector que de verdad interese a los estudiantes, que les hable en su idioma, de sus preocupaciones, he visto casos donde incluso la opinión de los estudiantes es escuchada, Colegios que exploran y mezclan la literatura clásica y las novedades con el único afán de darle un bagaje útil a su estudiante hacia la vida, hay instituciones que incluso, tiene docentes destinados sólo para el plan lector. En ambos tipos de colegios, por complicado que parezca, el acceso al libro es lo principal. Muchos de los libros que leen los estudiantes son referidos por un docente que le gusto cuando hacía el bachillerato o porque es una obra que se considera “obligatoria”. Y aunque es valiosa la referencia de un libro de lector a lector, o tener en cuenta clásicos o libros determinantes en la historia de la literatura, también es bueno ayudar a construir un camino en el lector, conocer las temáticas que aborda hoy la literatura e incluso que el docente y el promotor de ventas tengan más experiencias de lectura. Vender libros sin leer, aunque ha sido una práctica recurrente, es como vender un auto sin saber manejar, o enseñar literatura y lengua sin tocar un libro. 

No se trata de que el estudiante lea por que le toca, ni se trata de que abultemos una credencial institucional diciendo que leemos más libros que en otro colegio, se trata de entender que el papel de la lectura en la vida de los estudiantes es transversal y fundamental para sus vidas, que la lectura les ayudará a comprender el mundo, incluida la tan mentada lectura crítica. Entonces en el colegio, antes del listado de útiles con los libros que se van a comprar, los departamentos de lengua castellana y todos los docentes, por decirlo con realidad, deben preguntarse ¿qué tipo de lector quieren para su institución? y esto incluye al preescolar. Un perfil del lector que desean ayudará a que los libros elegidos estén acorde a ese ideal y la tarea no sea mandar a leer un libro sino hacer de la lectura el elemento más importante de la educación tal y como lo es. Esto exige también leer los libros.

Yo pienso que si un colegio incluye un libro en su plan de lectura es porque sabe qué es lo que van a leer los estudiantes y cuáles son las razones por las que está allí, sean estas de contexto, históricas, de lectura, de goce, de complemento, las que quieran pero la deben tener con absoluta claridad y aunque suena obvio, en mucha de la práctica no es así. Es algo así como una cadena de valor: importante es que el padre compre el libro pensando en que no es un gasto;  también lo es el que el hijo, el estudiante, sepa su valor monetario y valor como libro. Yo soy uno de los que busca inmediatamente un libro que alguien me recomienda con pasión y agradezco toda la vida si esa lectura me ha marcado. Quisiera pensar, dentro de esa misma cadena, que si un colegio incluye un libro en esa lista, es porque ha sentido la relevancia que éste puede tener para la vida del estudiante y que su contenido, siendo él la pieza más importante del colegio, va a gozárselo, va a realmente aprender algo o simplemente establecer un dialogo con su autor.  De ese tamaño es la responsabilidad.

No teman comprarle libros a sus hijos para el colegio, libros de literatura, gastamos muchas veces en cosas más inoficiosas, mejor cuestionen por qué su colegio no tiene un plan así.


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Qué es Lectopaternidad?

Lectopaternidad, es un concepto que integra dos anhelos sociales: uno relacionado con la mejor herencia que un padre puede dejarle a un hijo, la lectura, y dos el ejercicio de una paternidad responsable en términos de un legado cultural invaluable sólo entendido por los años. Ya sabemos las ventajas de la lectura, entreguemos a la sociedad toda la posibilidad de que siga extendiéndose. Isaias Romero es escritor y periodista. Gestiona y desarrolla esta iniciativa desde hace más de 5 años como una propuesta para los padres de familia y docentes, así como a ciudadanos en general a partir de experiencias personales, propuestas comprobadas y aplicadas en diversos ámbitos. Obtuvo en el 2016 el Premio Barco de Vapor, uno de los reconocimientos literarios más importantes para escritores de literatura infantil y juvenil que entrega la Biblioteca Luis Ángel Arango y la Editorial SM. Bienvenidos.
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